Según una leyenda, dos árabes que viajaban por el Damasco detuvieron su viaje para sentarse a comer. A la sombra de un naranjo camino de en flor sacaron sus alimentos: cinco panes para uno y tres panes para el otro. Cada uno tenía una botella de buen vino tinto.
Antes de empezar a comer se les acercó otro viajero y les dijo que lo invitaran a comer, que pagaría lo justo. Los árabes aceptaron y dividieron sus panes en forma tal que cada uno comió la misma cantidad. Al término del banquete, el invitado dejó ocho monedas del mismo valor como pago por los panes.
El árabe de los cinco panes tomo cinco monedas y dio tres al de los tres panes. Sin embargo, éste último le reclamó, pues estaba seguro de que le correspondían más monedas.
A otro viajero que pasaba se le pidió que sirviera de juez.